lunes, 13 de diciembre de 2010

Sebastián. La Puerta Saturnina. 1998.
Nicole Sio M.



Al sur de la entrada a la ciudad de Aguascalientes, a un lado de la carretera, se eleva ante un fondo hermoso de una naturaleza ruda y semidesértica, una escultura singular que destaca por cada una de sus características: el color rojo vivo, como el rojo más vibrante de los hermosos atardeceres de este lugar; la ligereza aparente de la estructura a pesar de su construcción de acero; la altura de más de 20 metros en medio del campo árido y plano; las formas geométricas y  hermosamente armónicas que surgen de un suelo seco e inhóspito.
La Puerta Saturnina es una obra del escultor Sebastián y fue creada en 1998 por encargo del entonces gobernador del estado de Aguascalientes, Otto Granados Roldán. Es una obra que nace en dos mentes: por un lado surge de una idea de un gobierno consciente de su obligación política y su responsabilidad moral para honrar a los que dan fama y renombre a esta tierra, y por otro lado es creada por un artista, quien a través de su gran talento y su creatividad da forma a la idea y enriquece nuestro entorno con una bella obra.
La Puerta Saturnina es una escultura de 20 metros de altura, realizada en hierro y pintada con esmalte acrílico de color rojo. Está instalada sobre una plataforma tipo mirador al lado izquierdo de la carretera de León a Aguascalientes y cuenta con un sistema de iluminación. Dos columnas se elevan de una plataforma y terminan en la altura formando geométrica- y ordenadamente los anillos característicos del planeta Saturno, pero en vez de anillos concéntricos el artista los realiza de manera paralela en diagonal.
Como explica Sebastián, La Puerta Saturnina es un monumento dedicado al más grande pintor de Aguascalientes, a Saturnino Herrán, quién fue un pilar fundamental de la pintura mexicana. Herrán es considerado el iniciador de la escuela mexicana de pintura y el precursor de los pintores que a partir de 1921 dieron vida, color y arte al muralismo mexicano[1].
La Puerta Saturnina tiene como representación dos vertientes. Una evoca el movimiento de los anillos del planeta Saturno. Se representa el eje de rotación de aproximadamente 30 grados en la inclinación de la diagonal de la escultura, aunque hay que considerar que no se trata tanto de una representación fiel del planeta sino de un juego de palabras con el nombre del gran maestro Saturnino Herrán. La otra es un mirador natural para, desde el punto de la escultura, poder observar los bellos colores de la puesta de sol en Aguascalientes, que fueron fundamentales en el color de las obras de Saturnino Herrán. El autor explica que la puerta también está concebida para, desde abajo de la escultura, voltear a ver las estrellas en las maravillosas noches estrelladas de Aguascalientes[2].
Enrique Carbajal, mejor conocido como Sebastián, nace en el año 1947 en Camargo, Chihuahua y estudia en la Academia de San Carlos y en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México en la Ciudad de México. Sebastián considera a Henry Moore como su maestro a seguir en cuanto a fuerza de expresión y vitalidad de la forma. En 1968 se inicia como artista. Hasta la fecha ha realizado más de 120 exposiciones individuales internacionalmente. La Puerta Saturnina es una de 53 esculturas monumentales, que ha logrado incorporarse a la fisonomía y a la vida cotidiana de muchas ciudades distribuidas a lo largo y ancho del mundo.
La Puerta Saturnina es representativa para la obra de Sebastián en varios sentidos: Primero que nada es un producto del gran amor a la geometría. La geometría imprime a toda su escultura monumental una enorme fuerza de atracción, y ha llevado a su creador a ser uno de los artistas mexicanos más reconocidos en el tiempo contemporáneo. El artista busca una dirección muy clara y definida en la abstracción geométrica. Y por medio de ello sigue un camino hacia lo evocativo considerando todo lo que tiene que ver con la naturaleza, pero siempre en un sentido abiertamente público, urbano, monumental[3].
Aunque escoge representar el planeta Saturno para hacer alusión al nombre del homenajeado artista Herrán, su representación es muy exacta por no decir científica considerando la inclinación perfecta del eje de rotación. Los anillos representan de forma abstracta al planeta, que está en lo vacio en medio de estos anillos. Las líneas claras de la estructura crean formas bien definidas de proporciones armónicas, dentro del cuerpo igual que entre lo lleno y lo vacio. Los espacios aparentemente vacios forman parte de la escultura. A través de la luz natural, que constantemente evoluciona por el paso del sol, se crea movimiento. Se puede constar que esta escultura tiene armonía como una pieza terminada desde cualquier perspectiva que se observe en cualquier iluminación. Es naturaleza transformada en artes plásticas.
Las dimensiones de la obra son monumentales, como la mayoría de la obra de Sebastián. Es imposible que pase por desapercibida por dos razones: su color tan radiante y su tamaño. Al viajero le da la bienvenida a la tierra de Saturnino Herrán o lo despide en su viaje al sur. Realmente impresionante se muestra La Puerta Saturnina frente a frente, cuando se revela su verdadera grandeza.
El artista define las dimensiones de su obra monumental en relación a proporciones humanas, pero también considerando la perspectiva a la distancia, donde se empieza a percibir el mensaje contenido en la obra[4].
No obstante el enorme peso de la estructura monumental de hierro, tiene una aparente ligereza. Una estructura de dos columnas, como el arco de una puerta, se eleva 20 metros hacia el cielo y forma en la altura la representación abstracta del planeta. La austeridad de las dos bases conduce la mirada del espectador hacia la altura.
De fundamental importancia para crear armonía entre la obra, el sitio de su ubicación y el hombre, quien la convive, es el color. Las esculturas de Sebastián iluminan los paisajes y ciudades contemporáneos por sus colores que a gran distancia se perciben fuertes, luminosos y vivos. El color llama la atención del espectador desde la distancia y evoca el interés en su mensaje. Sebastián utiliza colores primarios, como el rojo radiante de La Puerta Saturnina, y mezcla un mismo color con diferentes tonos, hasta obtener una mejor luminosidad, creando una respuesta de la luz a las superficies. De esta forma, dependiendo de los ángulos del sol, se producen un juego de sombras y tonalidades a lo largo del día[5].
El artista Sebastián considera que un artista o un creador debe ser de un lugar determinado, tener un origen, tener raíces culturales profundas, beber de todo esto y partir de ahí para que su producto plástico o creativo se vuelva universal. En el momento en que el artista es maduro y tiene un código o un lenguaje establecido, en ese momento se vuelve universal[6]. Definitivamente él ya ha establecido su lenguaje muy personal y muy reconocido mundialmente: en el conjunto de la solidez de su material, los colores fuertes que permiten el juego de luz y sombra y las formas claras se encuentra la fuerza expresiva, muy propia e inconfundible de su autor.
Las esculturas monumentales de Sebastián rebosan de significado, color y armonía, por lo que tienen la capacidad de transformar el espacio público a través de su belleza. Con sólo mirarlas, el transeúnte accede a otra dimensión de la ruidosa y caótica realidad cotidiana. Es por esta capacidad viva, no por su tamaño, que tiene grandeza. Sebastián intenta en sus obras “crear puertas que no conduzcan a ningún lado, arcos de triunfo que no celebren a nadie, obeliscos que conmemoran hechos inexistentes, o columnas que sostengan cúpulas celestes, obras semánticamente cargadas de significados, aunque profunda- y bellamente inútiles”[7]. Aunque La Puerta Saturnina esté intencionada ser una entrada a la tierra natal de Saturnino Herrán, hoy la vemos muy abandonada y en lamentable estado. Ante todo, se requiere una muy necesitada restauración de la obra. Quizás sería conveniente considerar un cambio de ubicación para integrarla mejor en la vida de esta ciudad. Se merece un entorno dentro de la ciudad, donde inyecte color y vida, y donde se pueda admirar desde todos sus diferentes ángulos.


[1]  Sandoval, Victor en Sebastián, 2000, p.26
[2]  Sebastián en http://celebritychat.esmas.com/transcript.asp?ChatID=185&TL=Arial&CF=FFFFFF&CL=000000&CB=EEEEEE accedido el 12.12.2010
[3]  Sebastián, 2005, p.104
[4]  Sebastián, 2005, p.88
[5]  Ibíd., p.98
[6]  Sebastián en http://celebritychat.esmas.com/transcript.asp?ChatID=185&TL=Arial&CF=FFFFFF&CL= 000000&CB=EEEEEE accedido el 12.12.2010
[7]  Sebastián, 2005, p.11


Bibliografía
·         Sebastián en http://celebritychat.esmas.com/transcript.asp?ChatID=185&TL=Arial &CF=FFFFFF&CL=000000&CB=EEEEEE accedido el 12.12.2010.
·         Sebastián. La obra monumental de Sebastián. México, Arquitectos Editores Mexicanos, 2005.
·         Sebastián. Saturnina de Sebastián. México, Taller Sebastián, 2000.

Anexo el siguiente texto de Sebastián acerca de la construcción de La Puerta Saturnina, que se publicó en su libro Saturnina de Sebastián. México, Taller Sebastián, 2000:

Crónica de la construcción


En el principio fue el caos.
La tierra estaba desordenada y el espíritu del creador se movía sobre
las cosas, el espacio, las sombras, la nada.
Y el creador dijo:
Sepárense las líneas y las formas,
júntense el metal y el color,
y prodúzcanse las ideas que den simiente.
Y he aquí que la línea se volvió superficie,
se volvió volumen y la materia despegó del suelo y se elevó.
La luz de la creación, apenas un chispazo, incendia y purifica.
Soledad del artista. Sombra y luz.
Y llegó el momento de dejar los hermanos del taller,
abandonar el origen,
para enraizar en otra parte.
Y el creador dijo:
Aquí se hará.
Aquí donde se funden el borde de la ciencia y la orilla del arte,
dónde juegan el número y el cálculo,
el tiempo fue capturado y apresado en el espacio.
Y el escultor dijo:
Sea una lumbrera en la extensión de los cielos,
para marcar el espacio y detener el horizonte.
De cómo se formó la escultura,
uniendo los signos del nuevo alfabeto,
inventando una nueva escritura.
Y he aquí que surgió el juego de formas,
los anillos girando, los círculos sensuales, la fuga de las curvas,
la esfera celeste y al centro el homenaje.
El creador y su obra.
El metal voluptuoso se rinde y se doblega ante la fuerza del espíritu.
Mente y metal, materia y movimiento, movimiento moderno,
monstruo mutante, mirada y magia, majestad y memoria.
Y el metal se volvió ligero, volátil, y adquirió movimiento
y se quedó suspendido, congelado, atrapado en el tiempo.
Y el hacedor de gigantes dijo:
Esculpir en el cielo es retar a los astros, hablarles a las estrellas
y mirar hacia arriba, siempre hacia arriba, buscando el paraíso.
Desde el fondo de nuestra insignificancia miramos la magnitud del arte.
En el principio fue el punto y el punto engendró la línea,
y la línea engendró la forma,
y la forma engendró al volumen
y el volumen engendró a la idea.
Formó pues, el escultor, a este gigante de metal y volumen,
de color y de forma, de línea en movimiento
y alentó sólo él un soplo de vida eterna y fue así,
esta escultura un alma viviente.
Y Sebastián, el escultor, puso nombre a su obra
y se llamó Saturnina,
como ofrenda a otro creador que nació en estas tierras
y que con su pincel y su mano engendró otro universo de luz y color:
Saturnino Herrán.


Sebastián. Saturnina de Sebastián. México, Taller Sebastián, 2000; pp. 32-112.

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